Desgasté
los ojos,
mi lengua,
los dedos,
el aliento,
mi rostro…
por tanto
pronunciar,
contener,
reprimir,
tolerar...
tu nombre.
Y no queda nada.
Se rompió mi voz,
el llanto,
las ganas,
la esperanza;
perdí el rumbo,
el abecedario.
Ahora sólo queda tu recuerdo alterado,
amarillento,
semiolvidado,
y yo
[que tan sólo soy yo]
sin nada más que aire,
sin algo más que silencio.
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