Niegas tu belleza,
por una razón
inagotable,
más allá del
entendimiento o la voluntad,
es la manera más
corriente de evadir la mirada del reflejo,
de contener la rabia
y
los porqués de una soledad inalienable:
Si bajas la guardia
–te
lo dicta la experiencia–
podrías quebrarte en
medio de incógnitas sin resolutiva,
entre anhelos que
ignoras si son realmente tuyos.
Sobrevives
así con la explicación elaborada de tu falta de belleza.
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