viernes, noviembre 24

Cuerpos en red VII


Sobre la banalidad de la sonrisa
“Señor, la jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas.
Señor, la jaula se ha vuelto pájaro
¿Qué haré con el miedo?
[Alejandra Pizarnik].


Es sabido que el llanto no está visto, que causa, no poca sino mucha, incomodidad. La cultura imperante relega el llanto a espacios privados por diversas razones, ya sea por considerarse señal de vulnerabilidad, de mal gusto, de exhibicionismo malsano, o, simplemente, porque es un recordatorio de que el cuerpo es más que un trozo de carne. Las razones son diversas y se tornan complejas a medida que se les intenta explicar; cada cual que decide adoptar estas ideas sobre el llanto o la emotividad tiene una interpretación particular pero parten, todos, de una idea común: el llanto, la emotividad son motivo de vergüenza. 

La sociedad moderna cuenta con serios artilugios para lograr este ocultamiento pero hay ocasiones en el que el llanto se escapa, se resbala y abre su camino hacia lo público.
Cuando eso pasa, cuando el llanto ocupa un lugar protagónico en el día a día, la sociedad, en su obsesiva compulsión por nombrar y condenar lo incómodo, inventa y utiliza un término que engloba lo no normal sobre el protagonismo del llanto. Y es así que nace el sustantivo depresión.

Se acuña el término y se persigue de oficio el mal, para curarlo, erradicarlo. Todo llanto no contenido se etiqueta para posterior tratamiento médico. 

¿Y si sólo existieran lugares para poder llorar? Si el llanto es ya, en sí, síntoma y tratamiento, quizá la solución sea dejarlo correr. Abrir las compuertas del llanto y llorar a lágrima viva, como decía Oliverio Girondo. Si eso fuera posible o estuviera “bien visto”, seguramente la medicina para la “normalización” sería menos popular.

¿Y en las redes? Ahí la normalización de la eterna sonrisa y la represión de la tristeza son aún mayores.

El paseo por las redes es la visitación de un teatro de máscaras donde el sol brilla siempre, todo está bien, la sonrisa y el éxito de cada actor es eterna. ¡Viva la sonrisa eterna! ¡Viva el sol deslumbrante que irradia cada instantánea!
Pero la realidad es otra, seguramente; porque cuesta trabajo creer que siempre otros están bien, o, peor aún, que aquel que deja su llanto fluir sea el único que no entiende qué cosa es la felicidad.

¿Qué será la felicidad? No hay quien lo sepa; pero el mundo entero en redes cree poseerla. En cambio, el cuerpo enfermo se hace consciente de su carencia y sufre más. Y, además, un cuerpo enfermo siempre es relegado. Se larga con sus dolencias a una parte donde no estorbe. El llanto es la nueva lepra. 


1 comentario:

Eras López dijo...

Seré franco. El texto me llenó tanto el corazón. Llorar, no a cualquiera le interesa mostrarse así. Menos en el caso de los hombres. Creo que es verdad que lo peor es la parte de las sonrisas consumadas a cada paso de la red. Eso deja completamente a la intimidad fuera de las redes sociales y creo que más allá de ser algo sano, es algo sensato que se muestren sólo las caras que no son reales, porque para la realidad sólo nos queda el arte o la ciencia.