Escribo
mientras Piazzolla me acompaña.
Quisiera
escribir las claves del universo,
la
sonata más melódica,
el
tratado filosófico que resuelva el misterio de la conciencia
y
sus exabruptos…
pero
no puedo.
¿Acaso
lo mío será soberana incompetencia?
¿Qué
hacer ante la fuga de inspiración o del talento?
¿Qué
haría Olmo?
¿Qué
cosa, Funes, Agrippa o Samsa?
La
duda flota y se confunde con los acordes que saturan la atmósfera
¿Qué
hacer, entonces?
Bailar.
Ante
la duda, la incertidumbre, el llanto… bailar.
Bailar
evocando épocas y ritmos de la memoria ancestral
movimiento de traslación que lleva al éxtasis.
Bailarlo
todo.
Bailar
siempre,
en cada oportunidad,
en cualquier sitio,
sin razón, sin pausa.
Después,
la vida es otra.
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