sábado, octubre 20

Difunto (parte 3)


XXVI

Ojalá, Difunto,
nunca sientas lo que yo,
porque,
hay dolores,
que nadie debería vivir.

XXVII

Difunto, si me quieres,
—tal sólo un poco—,
si me extrañas, si me piensas algún día,
lee con atención:
a mis labios, Difunto,
les falta la comisura de tus besos.

XXVIII

Si eras tan feliz, Difunto
¿para qué dormir entre mis brazos?
¿para qué los besos, si este cuerpo,
te parecía avejentado?

Difunto, por tu alma
jamás contestes mis preguntas,
porque no existe nada,
después de ti,
que devuelva a mí la calma.

XXIX

Hasta ahora, Difunto,
he sido fiel a mi palabra:
ni tus besos, ni tu estampa,
ni el aroma de tu pecho,
ni la Vía Láctea de tus manos.

Hasta ahora, Difunto,
habló de ti, con ecuanimidad,
como parte del pasado…
pero te traigo aún presente,
latiendo entre los labios.

XXX

Quiero, Difunto,
aferrarme a tiempos buenos,
sanar el alma con las lunas,
renacer;
contar la historia desde cero,
aunque te ame a lo lejos.

Difunto, quiero evocarte
con la fuerza de un latido
y la voluntad de un pensamiento:
voy a tatuarme, Difunto,
un recuerdo encriptado,
donde pueda leer
cada letra de esta historia
y remontarme al mar,
a la playa de tu cuerpo,
a las olas de mi infancia,
porque, Difunto,
haz dejado tu huella
inalterable en esta arena.



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