Dejo
de reconocer tu silueta
—acaso
tu sonrisa—.
Dejo
de permanecer en silencio
ante el ataque de todos tus fantasmas.
Me sé
rota para siempre,
y al mismo tiempo
con piezas añadidas
—algunas veces—
halladas durante la reconstrucción de mi holocausto.
Sé
que maté algo,
que
me arranqué un trozo,
que
quedé incompleta,
pero
al final de todo
tengo
claro que sobreviví
a nuestro amor y a tu destierro.
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